miércoles, 30 de abril de 2008

Mi papá leyendo.

En su rostro resalta una frente amplia y surcada que se detuvo con la jubilación. Sus ojos rebotan rápidamente entre los bordes plásticos de unas gafas simples mientras la espalda encorvada y el mentón inclinado sobre el pecho lo muestran frágil y quebradizo.
Acomoda sus piernas delgadas en un carrizo tembloroso y se aísla del mundo con un escudo que resiste dos o tres veces su nombre; levanta las cejas y nos mira aturdido, jamás molesto. Entonces se muerde el dedo con el libro y da una respuesta sencilla que satisface a cualquiera de los tres hijos.
Aprovecha la pausa para encender un cigarrillo o para buscar a mi mamá y tomarle el pelo.

Andrés Vásquez O.
Feb 2003

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