jueves, 24 de abril de 2008

ORO QUE SALE POR LA BOCA (23/4/2008)

Es la fiesta del idioma. Vale la pena abogar por la salud del lenguaje. Con esto no quiero tomar la actitud de pendolista anacrónico-acartonado y esgrimir estulticias contra cualquier asomo de neologismo. Si no me entendieron es porque me puedo dar el gusto de usar palabras un poco más complejas, palabras que no estamos acostumbrados a oír porque unos pocos, currinches currutacos, atrincherados en su esnobismo atribulado asperjan su ignorancia en vivo y en directo. Lo que dije fue que unos pobres aprendices de periodistas riegan sus errores por todos los canales y medios de comunicación. Y no porque unos pocos lo dicen, así deban decirse las cosas.

Quienes me conocen han oído mi premisa: Lo que no se pueda decir en español, no existe. Es un idioma con más de dos mil años. “los Españoles se llevaron el oro, nos dejaron el oro” dijo un escritor famoso al referirse al idioma. Es un idioma maduro, tiene las palabras necesarias para expresarse, y cuando carece de ellas, tiene sus propias raíces y estrategias para crearlas. Que nos dé pereza es distinto, o que creamos que se oye más bonito en otro idioma obedece a un complejo de inferioridad que ignoro si heredamos también de los españoles.

No se trata de rechazar todas las palabras que llegan, hay que ser gentiles con la visita. Pero tampoco se trata de endosarles las propiedades. Tomemos por ejemplo la palabra “Yelmo”, que es el casco de las armaduras de los caballeros andantes. Viene de un choque, de una guerra anterior contra los pueblos germánicos cuyo vocablo herido en los campos de batalla “Helm” (Casco) se convirtió en la palabra que hoy conocemos. “Enfermo” viene de “Infirmus”, porque los soldados achacosos del ejército romano no podían sostenerse “en firme”. ¿Acaso no suena a baúl de abuela “Almazuela” en vez de “Patchwork”? Les regalo dos palabras: redrojo: “Cada uno de los racimos pequeños que van dejando atrás los vendimiadores”; Sarteneja: “Grieta que se forma con la sequía en algunos terrenos”.

Me gustan palabrejas como atarazana, gonfalón, carcaj. Me deleito con ataire, arenga, badulaque. Taracear, cimbrar, arredrarse. Retruécanos, jitánforas y metonimias. Espero me alcance la vida para aprender más… Somos mortales y en esta sociedad tan afanada el lenguaje también cambia con rapidez. Los idiomas son colchas de retazos que construyen los pueblos para arroparse. Pero sólo el tiempo es el que dicta cuáles palabras permanecerán y cuáles se perderán en el viento. No lo deciden quienes manejan los medios de comunicación, ni quienes dominan los medios productivos. Con la lengua, así como en la moda, vale una higa que la mona se vista de seda.

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