miércoles, 30 de abril de 2008

Mi papá leyendo.

En su rostro resalta una frente amplia y surcada que se detuvo con la jubilación. Sus ojos rebotan rápidamente entre los bordes plásticos de unas gafas simples mientras la espalda encorvada y el mentón inclinado sobre el pecho lo muestran frágil y quebradizo.
Acomoda sus piernas delgadas en un carrizo tembloroso y se aísla del mundo con un escudo que resiste dos o tres veces su nombre; levanta las cejas y nos mira aturdido, jamás molesto. Entonces se muerde el dedo con el libro y da una respuesta sencilla que satisface a cualquiera de los tres hijos.
Aprovecha la pausa para encender un cigarrillo o para buscar a mi mamá y tomarle el pelo.

Andrés Vásquez O.
Feb 2003

domingo, 27 de abril de 2008

Esto les ocurrió a dos amigos que viajaban. El auto comenzó a hacer sonidos raros, a fallar, hasta que se detuvieron en medio de la nada. Uno de los amigos abrió el motor y miró –no sabía de mecánica. Pero miró. El otro insistía en el arranque.
Luego de mirar el motor empujó el vehículo, que con la insistencia del otro encendió. Lo empujó durante varios cientos de metros, y cuando estaba seguro de que no se ahogaría, le pidió a su amigo que disminuyera la velocidad para subirse. Éste, por el contrario, aceleró más y desapareció detrás de una curva.

El que quedó en la carretera caminó un par de horas desconcertado. No podía creer cómo su amigo lo había abandonado. Su confusión se disipó al ver nuevamente a su amigo a la orilla del camino.

-¿Por qué no te detuviste? Preguntó el caminante.
- No pude hacerlo. Dijo el conductor. Pero te estaba esperando, dijo sonriendo.

Sin más rodeos subieron al auto, pero éste no quiso encender. El caminante descendió y empujó nuevamente. Y, mientras corría rezagado detrás del auto, alcanzó a oír cómo el otro le gritaba por la ventana que si alcanzaba la ciudad, lo buscara para ir a tomar algo.
Quedó de nuevo en el medio de la nada, exhausto y sudoroso. Rabió contra sí mismo mientras caminaba. Se reprochaba su estupidez y sólo anhelaba encontrar a su amigo –si es que así podía llamarse- en una de tantas curvas para reclamarle por su conducta. Entre grito y lamento cayó la noche. Estaba oscuro y le costaba permanecer en el camino. De pronto reconoció un bulto en la oscuridad, era un vehículo estacionado. Lo alcanzó dando gritos. Pero no era su amigo. Encontró a un tipo asustado al que le pidió un aventón, luego de las debidas excusas. No quiso decir nada de su amigo para no dar explicaciones, tan solo que se había varado varios kilómetros atrás. El tipo le respondió que su vehículo también se hallaba descompuesto, pero que lo llevaría gustosamente. Se trataba de un auto caprichoso, al que sólo había que empujar un par de metros para que encendiera.

27/4/08

UN PENSAMIENTO EN ORDEN

¿Quién ordena a los pensamientos? Nadie, por eso son pensamientos: van y vienen licenciosos, sin respetar fronteras ni protocolos. Sólo puedo cazar a los más lentos, a los débiles, a los defectuosos; a los que por selección natural —usted sabe más de eso— deben extinguirse, servir de alimento, mientras que las ideas perfectas, las óptimas, las suculentas, se deshacen titilantes en el horizonte. Y por mucho tiempo he devorado a mis presas, las que por su condición inferior me han atragantado. Entonces rumio, regurgito, vomito y babeo. Y al ser el hombre lo que come…

…Olvídese de los discursos, de esos pensamientos defectuosos, indigestos y sí, haga lo que le dice el corazón, pero que sí sea el corazón, porque hay muchos corazones falsos, esas ideas vanidosas que ladronamente engañan. El corazón no habla, el corazón siente, es latir imperativo…

(Fragmentos)

viernes, 25 de abril de 2008

De la serie: A paso de Vidolo

Me decías con tus ojos que me amabas.
Pero se quedó afónica tu mirada

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿

Te escribí una hoja completa.
No he podido pasarla a limpio.

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿

Los diez dedos de arriba miran con desprecio a los de abajo.
-Tan enanos y apretaditos. Gritan altivos.
-Torpes y tiesos. Amenazan vanidosos.
Los dedos de abajo avanzan callados al precipicio.

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿

Tengo en mi mano un cristal frío
Un témpano mudo
Suena tu nombre a olvido
Tu lengua marchita de callosos pasos repite
incesante tu insolencia.
¿Podrá soportar este hielo un interrogante?
Lengua olvido
Nombre silencio
He dado media vuelta

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿

Aguardo el amanecer
maldigo al cucú de la sala
No duerme nunca el pajarillo
Pero ella duerme tranquila

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿

Pienso en usted que duerme. Me amarro la mano para no llamarla y dejar que su cuerpo descanse. La imagino acurrucada, la sábana le roza la oreja y arrulla su nombre. Bajo las mantas se le ha subido el pantalón y la rodilla se ahoga en un nudo de tela enrollada. El dedo índice señala al techo, cercano a la ceja, como si alzara la mano discretamente en un salón de clase, como una antena receptora de sueños.
Su respiración acentuada lleva el ritmo de lo que sueña. ¿Qué sueña? Quiero ser el compañero de su clase dormida, viajar en la onda de una emisora soñada.

¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿
El sonido irreverente de un recuerdo retumba incansable en mi olvido. El cielo amaga soledad, la lluvia es ajena al viento. Todo parece tan triste, pero el científico descubre que es el color de la realidad. No hay dolor, no hay culpa. Tan solo un vacío que absorbe anhelos.

jueves, 24 de abril de 2008

ORO QUE SALE POR LA BOCA (23/4/2008)

Es la fiesta del idioma. Vale la pena abogar por la salud del lenguaje. Con esto no quiero tomar la actitud de pendolista anacrónico-acartonado y esgrimir estulticias contra cualquier asomo de neologismo. Si no me entendieron es porque me puedo dar el gusto de usar palabras un poco más complejas, palabras que no estamos acostumbrados a oír porque unos pocos, currinches currutacos, atrincherados en su esnobismo atribulado asperjan su ignorancia en vivo y en directo. Lo que dije fue que unos pobres aprendices de periodistas riegan sus errores por todos los canales y medios de comunicación. Y no porque unos pocos lo dicen, así deban decirse las cosas.

Quienes me conocen han oído mi premisa: Lo que no se pueda decir en español, no existe. Es un idioma con más de dos mil años. “los Españoles se llevaron el oro, nos dejaron el oro” dijo un escritor famoso al referirse al idioma. Es un idioma maduro, tiene las palabras necesarias para expresarse, y cuando carece de ellas, tiene sus propias raíces y estrategias para crearlas. Que nos dé pereza es distinto, o que creamos que se oye más bonito en otro idioma obedece a un complejo de inferioridad que ignoro si heredamos también de los españoles.

No se trata de rechazar todas las palabras que llegan, hay que ser gentiles con la visita. Pero tampoco se trata de endosarles las propiedades. Tomemos por ejemplo la palabra “Yelmo”, que es el casco de las armaduras de los caballeros andantes. Viene de un choque, de una guerra anterior contra los pueblos germánicos cuyo vocablo herido en los campos de batalla “Helm” (Casco) se convirtió en la palabra que hoy conocemos. “Enfermo” viene de “Infirmus”, porque los soldados achacosos del ejército romano no podían sostenerse “en firme”. ¿Acaso no suena a baúl de abuela “Almazuela” en vez de “Patchwork”? Les regalo dos palabras: redrojo: “Cada uno de los racimos pequeños que van dejando atrás los vendimiadores”; Sarteneja: “Grieta que se forma con la sequía en algunos terrenos”.

Me gustan palabrejas como atarazana, gonfalón, carcaj. Me deleito con ataire, arenga, badulaque. Taracear, cimbrar, arredrarse. Retruécanos, jitánforas y metonimias. Espero me alcance la vida para aprender más… Somos mortales y en esta sociedad tan afanada el lenguaje también cambia con rapidez. Los idiomas son colchas de retazos que construyen los pueblos para arroparse. Pero sólo el tiempo es el que dicta cuáles palabras permanecerán y cuáles se perderán en el viento. No lo deciden quienes manejan los medios de comunicación, ni quienes dominan los medios productivos. Con la lengua, así como en la moda, vale una higa que la mona se vista de seda.